sábado, 4 de junio de 2011

ISADORA DUNCAN

Nací a la orilla del mar. Mi primera idea del movimiento y de la danza me ha venido seguramente del ritmo de las olas. Libertad, naturaleza, pasión…


San Francisco, 1878 - Niza, 1927 Bailarina norteamericana


Su padre, Joseph, abandonó la familia cuando Isadora era aun muy pequeña, siendo posteriormente acusado de fraude bancario, y encarcelado.
Su madre, Dora, daba lecciones de piano para sustentar a la familia y se encargaba de la educación de sus hijos. Predominaban en las lecciones musicales Mozart, Schubert, Schumann que tuvieron una indiscutible influencia en el posterior desarrollo artístico de Isadora. De acuerdo con sus biógrafos, Isadora era una niña solitaria y retraída que solía jugar en la playa mientras observaba el mar... 


Isadora Duncan abandonó la escuela a la edad de diez años y comenzó junto con su hermana Isabel a impartir clases de danza a otros niños de su barrio…


Su fascinación por el movimiento de las olas sería el germen de su arte en los años posteriores. La niña Isadora imaginaba entonces movimientos de manos y pies que acompañaban a las olas de la bahía de San Francisco, y que serían el origen de su peculiar estilo en la Danza.

Cuando Isadora llegó a la adolescencia, la familia se mudó a Chicago, donde Duncan estudia danza clásica.



La familia perdió todas sus posesiones en un incendio, y se trasladó nuevamente, esta vez a Nueva York, donde Duncan ingresa en la compañía de teatro del dramaturgo Augustin Daly. En los albores del siglo Isadora convence a su madre y a su hermana para que la familia emigre a Europa. Es irónico pensar que por aquel entonces media Europa intentaba emigrar a Estados Unidos para alejarse de la penuria económica y encontrar un futuro mejor, pero aun así las Duncan parten en 1900 y se asientan en Londres, y posteriormente en Paris.


Durante su etapa londinense Isadora, siempre inquieta y autodidacta, pasa largas horas en el Museo Británico. Le fascinan las expresiones artísticas de la Grecia clásica, y muy especialmente los vasos decorados con figuras danzantes. De ellas adoptará algunos elementos característicos de su danza, tales como inclinar la cabeza hacia atrás como las bacantes. Es en esta época cuando comienza a consolidarse el estilo único de Isadora. Se trata de una danza muy alejada de los patrones clásicos conocidos hasta entonces, incorporando puestas en escena y movimientos que tenían más que ver con una visión filosófica de la vida ligada quizá al expresionismo (línea de pensamiento artístico incipiente por aquella época), y por tanto a una búsqueda de la esencia del arte que solo puede proceder del interior.


Isadora era plenamente consciente de que su estilo suponía una ruptura radical con la danza clásica, y en este sentido se veía a si misma como una revolucionaria precursora en un contexto artístico de revisión generalizada de los valores antiguos. Al mismo tiempo que su estilo se iba consolidando, Isadora estudiaba en profundidad la danza y la literatura antiguas a través de los museos, particularmente el Louvre de Paris, la National Gallery y el Museo Rodin. Los temas de las danzas de Isadora eran clásicos, frecuentemente relacionados con la muerte o el dolor, pero en oposición a los asuntos de la danza clásica conocida hasta entonces, que giraban en torno a héroes, duendes y trasgos.




Su puesta en escena era también “revolucionaria”, y en cierto sentido minimalista: apenas algunos tejidos de color azul celeste en lugar de los aparatosos decorados de los montajes conocidos hasta entonces, y una túnica vaporosa que dejaba adivinar el cuerpo y entrever las piernas desnudas y los pies descalzos, frente a los vestidos de tutú, zapatillas de punta y medias rosadas de rigor en el ballet clásico. Isadora bailaba sin maquillaje y con el cabello suelto, mientras que lo “normal” en aquella época era maquillarse a conciencia y recogerse el pelo en un moño o coleta.


Isadora Duncan tuvo una vida personal tan poco convencional como la expresión de su arte, y vivió siempre al margen de la moral y las costumbres tradicionales.
La vida privada de Isadora no estuvo nunca exenta de escándalos, ni tampoco de tragedias. La más espantosa fue ciertamente la muerte de sus dos hijos Deirdre y Patrick, que se ahogaron en un accidente en el río Sena en París, en 1913, al caer al agua el automóvil en el que viajaban junto a su nodriza



Las trágicas circunstancias que rodean la muerte de Isadora Duncan han contribuido sobremanera a la consolidación del mito, y están envueltas en cierto misterio que la historia no ha conseguido despejar por completo.


Isadora Duncan murió en un accidente de automóvil acaecido en Niza, Francia, la noche del 14 de septiembre de 1927, a la edad de 50 años. Murió estrangulada por la larga chalina que llevaba alrededor de su cuello, cuando ésta se enredó en la llanta del automóvil en que viajaba.


Duncan viajaba el asiento del copiloto de un automóvil propiedad de un joven mecánico italiano. Antes de subir al vehículo, Isadora profirió unas palabras pretendidamente recordadas por su amiga María Desti y algunos compañeros: "Adieu, mes amis. Je vais à la gloire!" (¡“Adiós, amigos míos, me voy a la gloria!”)


SU LEGADO...
Fue un espíritu libre que manifestó los deseos, las esperanzas y los temores de una época. Polémica e irreverente, innovadora, luchadora y soñadora, revolucionaria más allá del campo artístico; su legado fue recibido no sólo en la danza que recibió su influencia como una bocanada de aire fresco, también el teatro moderno, las nuevas formas de expresión y los movimientos feministas posteriores son de alguna manera, deudores de esta mujer apasionada.


En vida, Isadora pudo ver como el ballet adoptaba la música de Chopin y Schumann, cambiaba su vestuario e incluso algunos bailarines se animaban a bailar descalzos.


Stanislavsky, cuyo nombre se asocia en seguida al teatro moderno, reconoce en "Mi vida en el arte" (citado por Duncan, p.142) que la búsqueda que él estaba realizando de la motivación para que el actor saliera a escena, se vio influida por "el motor en el alma" del que Isadora decía que necesitaba poner en marcha antes de salir a bailar.


La idea de que la danza puede curar el cuerpo y el alma propuesta por Isadora a principios del siglo XX, hoy en día se reproduce en decenas de diferentes prácticas destinadas a hacer fluir la energía interna.


Algunos de sus sueños no los alcanzó. No pudo restituir la danza al lugar privilegiado que alguna vez tuvo en la Antigua Grecia ni ver su escuela poblada de Ninfas, Sátiros y Faunos. Pero una vez dijo: "Yo quería expresar a través de la danza los sentimientos y emociones de la Humanidad.“
 Y lo hizo.


"Yo había venido a traer a Europa un renacimiento de la religión por medio de la danza, para elevar al público al conocimiento de la Belleza y de la Santidad del cuerpo humano, mediante la expresión de sus movimientos…"
Isadora Duncan.


"Si pudiéramos penetrar en nosotros mismos
y extraer los pensamientos como el buzo extrae las perlas...
¡Preciosas perlas de las ostras cerradas del silencio,
en las profundidades de nuestra subconsciencia!"
Isadora Duncan.


"Había conocido en mi vida a los más grandes artistas
y a la gente más culta y triunfadora,
pero ninguno de ellos era feliz, aunque algunos lo simularan.
Detrás de la máscara podía adivinarse, sin mucha clarividencia,
la misma angustia y el mismo padecimiento.
Y es que en este mundo no existe quizá la dicha.
 No hay sino momentos felices."
Isadora Duncan.



"Danzar es sentir, sentir es sufrir, sufrir es amar; Usted ama, sufre y siente. ¡Usted danza!"
Isadora Duncan











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