Naturaleza del Arte y su relación con los niños

El arte es, pues, una reelaboración de la realidad, un descubrimiento sensible que es traducido en un lenguaje estético a través de un producto:   una canción, una poesía, una danza, una historia, una dramatización, etc.   Al ocurrir esto, la realidad es trascendida porque es resignificada y adquiere por tanto   un nuevo valor de signo, una nueva comprensión, obteniendo una experiencia significativa para la persona que aprecia la obra artística, porque al hacerlo el espectador ya no verá la realidad como antes.

Tomemos   como   ejemplo “La metamorfosis” de Kafka.   Ese sentimiento de desvalorización progresiva del hombre que se hunde en la insulcez a la vista de la indiferencia de los demás es transformada en la historia de un hombre que lentamente, día a día, va convirtiéndose progresivamente en una cucaracha, que muere aplastada sin que nadie pueda hacer nada por él.   ¿Quién no ha dejado de pensar que ese alguien podemos ser nosotros mismos, que nuestra vida no tiene sentido, que nuestras relaciones con nuestro prójimo se limitan a la mirada y no a la comunicación sensible?   Luego de leer el cuento de Kafka, quedamos críticos de la realidad que nos circunda, modificando nuestra percepción (y la percepción precede a la acción).   Éste es el efecto del arte.

Por otro lado, el arte exige del creador una acción cognoscente, una capacidad de darse cuenta de algo en la realidad que para los demás es banal, “ya conocido”, pero que esconde significados no explorados que pueden sorprender a los demás.   Todos sabemos qué son los celos, pero luego de ver “Otelo” de Shakespeare obtenemos una visión más amplia.   
La otra habilidad del creador es la generación de un lenguaje (complejidad de signos) que causa sorpresa, bien extrañeza, temor o jocosidad.   El creador inventa un universo de relaciones en el producto que va construyendo, donde la sensibilidad tiene un lugar de privilegio pero que a la vez remite a aspectos cognitivos...